El Parlamento Europeo parece, por fin, haberse hartado de Erdogan y su banda y ha anunciado estos últimos días que pedirá hoy a la Comisión y al Consejo que paralicen las negociaciones sobre la futura incorporación de Turquía a la Unión Europea para convertirse en el Estado número 29 del club de clubes.
Europa sigue aparentando y alimentando la remota posibilidad por los muchos intereses geopolíticos en juego, fundamentalmente, por la dependencia de Ankara en la grave crisis migratoria. Y solo por eso y por unos intereses económicos de unos poquitos, se mantiene esta estúpida y remota posibilidad abierta.
Si está tan claro que para entrar en la Unión hace falta ser un estado europeo, democrático, que acepta la libertad de opinión, incluida la religiosa, y respete los DD.HH., Turquía está lejos de reunir semejantes requisitos.