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Cuando se ejerce una fuerza sobre un objeto, este devuelve otra idéntica en sentido opuesto. Así suele enunciarse el principio de acción y reacción, formulado por Isaac Newton en 1687.
A nadie se le escapa que nuestra sociedad globalizada está siendo objeto de una intensa fuerza. Opera de diversas maneras, en distintos frentes, siempre con un mismo objetivo: el exterminio del librepensamiento y de su principal manifestación, la libre expresión.
La fuerza opresora es enorme y, bajo su empuje, el mundo empieza a convertirse en un lugar asfixiante y sombrío. Pero confiemos en Newton. Esperemos que, en algún momento, unos cuantos (los necesarios) se pongan en pie y ejerzan una fuerza igual en dirección opuesta. No solo la mecánica, también la historia nos ha enseñado que es así como funciona. Tarde o temprano, a toda acción le sigue una reacción.
Que cubran las obras de Schiele. Que censuren "Matar a un ruiseñor" y "Tintín en el Congo". Que suban el IVA de las entradas, que multen a músicos, que los encarcelen. Que persigan a creadores por su mal gusto, por su terrible, por su pésimo gusto. La respuesta acabará llegando. Y será ensordecedora.