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Se trata de una decisión inquietante porque supone derribar la arquitectura institucional sobre la que se ha asentado el régimen chino en las últimas décadas, un ejemplo de liderazgo colectivo con un sistema de controles dentro del partido único que evitaba el poder omnímodo de una única persona.
Si a esto sumamos los sistemas "democráticos" presidencialistas de las otras dos grandes superpotencias mundiales, habrá que concluir que las libertades individuales y el respeto a los derechos humanos no tienen grandes colaboradores en ninguna de las tres grandes cúspides políticas mundiales.
No es nada nuevo. Quizás simplemente, la demostración palpable de que vamos "marcha atrás".