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Estos radicales, muchos de ellos "reciclados" de la violencia que ellos denominaban política y que hemos sufrido en este país, ahora son grupos ultras que en su ‘más allá’ asumen la violencia y la ejecutan. Ultras con quienes se pacta el sosiego dentro del estadio a cambio de privilegios como evidencia la reserva de grada y otras dádivas que deberían ser investigadas.
Creo que ya es hora de acabar con esa sinvergüencería.
Se debería expulsar de la competición por tiempo determinado a los clubes que lleven adosados grupos ultras violentos, como eficazmente se hizo con el ‘hooliganismo’ inglés.
Es fundamental aplicar con firmeza la Ley contra el Racismo y la Violencia en el Deporte, y declarar ilegal a estos grupos sin confundir con hinchas que no son el problema.
La violencia, como el racismo, no son negociables, simplemente son punibles.
Nos jugamos la convivencia democrática y hay que achicar ese espacio del fútbol a la violencia, evitando caminar hacia horizontes peligrosos, de ahí el esfuerzo a realizar en educar a nuestros jóvenes en civismo y concordia, en no-violencia y tolerancia hacia los diferentes, iguales como personas en dignidad y derechos humanos.
Se debe y se puede acabar con la violencia ultra.