El lehendakari Iñigo Urkullu, en el pleno de política general que abre el curso político en Euskadi, anunció ayer que él es partidario de «la reintegración foral plena; es decir, derogar definitivamente las leyes de abolición de los Fueros y retornar a la soberanía anterior a 1839».
Sugerir siquiera la posibilidad de que antes de 1839 Euskadi fuera soberana choca de bruces con la realidad histórica. Que esto lo tenga escrito Sabino Arana resulta coherente con el resto de su pensamiento político, pero que, pasados ya casi dos siglos, todo un lehendakari todavía repita alguna de esas ensoniaciones sitúa a la primera autoridad de la comunidad autónoma en una especie de pensamiento mágico o incluso animista, impropio de su posición política.
Pensar que antes de 1839 el País Vasco era soberano es ignorar tantas cosas de la Historia que no sabríamos por dónde empezar. Ni que decir tiene que el País Vasco ni siquiera existía como lo conocemos hoy.
Hasta 1936, con la aprobación del primer Estatuto vasco, las tres provincias no formaron unidad política; y eso en teoría, porque la guerra civil ya había estallado y solo quedaba Bizkaia en manos republicanas.
El nacionalismo está acostumbrado a tirar de reivindicaciones como "derechos históricos", sin saber nadie muy bien a qué se refieren, y a obtener muchas cosas a cambio de apoyar, sin ningún desgaste político, tanto al PP o al PSOE según convenga. Y les va bien.
Pero convendría que actualizasen ciertos términos y reconociesen publicamente que Euskadi nunca en la historia ha sido más que ahora y que su ciudadanía nunca ha sido más libre que ahora. Ese sí sería un buen punto de arranque, facilmente consensuable, para abordar entre todos/as el futuro de este pequeño país.