En la nueva Cenicienta hay inclusividad de géneros y razas, un inequívoco aliento feminista, se canta y se baila al ritmo de himnos pop de Queen, White Stripes, Salt-N-Pepa, Madonna o Jennifer Lopez, el hada madrina es queer, la madrastra no es tan mala como parece y la protagonista no tiene como principal objetivo casarse con un príncipe azul, sino que sueña con ser dueña de su propia vida y abrir una tienda con sus diseños.
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Es una Cenicienta confeccionada para que las nuevas generaciones se acerquen a los cuentos de hadas desde una perspectiva alejada de los estereotipos que han lastrado estas historias ancladas en el clasismo y la misoginia.
No es que sea una película anti-Disney. Solo es diferente, no se puede pensar eternamente en mantener el pensamiento arcaico porque ahora todo ha cambiado. Incluso el tema de la monarquía queda bastante ridículo y poco actual.