Una izquierda adolescente que puede provocar el retorno de la derecha recalcitrante. Desgraciadamente, nada nuevo en este país.

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Esta semana pasada, Podemos se ha separado oficialmente de Sumar. 
No creo que la causa primera sea tanto la de los criterios sociopolíticos que defienden como la orgullosa forma de hacerlo. Ojalá sirviera de aviso a navegantes.
Se trata de un defecto que viene de serie, incorporado a la especie humana. La izquierda, imitando a cierta derecha, está reproduciendo el paleto estilo guerracivilista sin percatarse de que fue la división interna la causa del destino final del bando perdedor.
Está instalada la creencia de que los argumentos hay que defenderlos con ímpetu autoritario. La lucha de clases se interpreta como literal lucha dialéctica, sin gestos de dudas ni consensos ni diplomacia, a cara de perro, con rencor y amargura de carácter. Resulta patético.
Fromm diría que todo ello lo alienta cierto grado de sadomasoquismo patológico. Es el orgullo, la pretensión de ser más de lo que se es, la vulgar chulería y toda esa chatarra que Foucault llamó microfísica del poder que deviene en dictadura y nos acompaña desde el paleolítico más ancestral. (Andrés Crespo Rico, en El País)