No recuerdo en todas las citas en las urnas
una noche electoral con tanta euforia en tantos partidos.
Excepto Podemos, todos, los otros seis,
desde los que ocuparon las dos primeras posiciones
en la photo finish (PNV y Bildu)
hasta los que salvaron un escaño en el último suspiro
(Vox y Sumar), tenían motivos para la celebración.
Todos se sintieron ganadores porque, en agregado,
el resultado de las elecciones fue un empate:
entre las dos grandes fuerzas nacionalistas
(PNV y Bildu, que quedaron igualadas),
entre las dos constitucionalistas
(PSOE y PP, que ganaron algún representante)
y entre sus socios naturales
(Sumar y Vox, que sobrevivieron, aunque por los pelos).
Todos acabaron la jornada contentos por los votos pescados,
pero intranquilos por lo que les depara el futuro.
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Porque ... el futuro de todos tal como están actualmente,
es complicado
el PNV huele el principio del fin de una fase de poder.
EH-Bildu sabe que gana quien gobierna,
porque tiene socios dispuestos a acordar,
PSE-EE está "hartito" de jugar a ser "mayordomo mayor"
y no se ve en otro papel, puede cambiar de socio,
pero siempre "segundón",
El PP se da cuenta que no tiene espacio suficiente
para ser un grupo importante en Euskadi,
estancados en la intrascendencia,
con sus actuales líderes, aquí y en Madrid.
SUMAR reconoce que no suma, y que con sus posibles socios,
IU y Podemos, coincide 98 % en programa,
pero las relaciones personales impiden cualquier acuerdo.
Y Vox sigue siendo neofascista y peligroso,
se conforma con un escaño. Demasiado pero inútil.