jueves, 11 de septiembre de 2025

No siempre los perroflautas afinan,
pero en la masacre de Gaza aciertan.

Cuando veo las protestas antisraelíes en la Vuelta ciclista o la odisea homérico-berlanguiana de la flotilla de Gaza, pienso lo mismo que Óscar Freire: perroflautas. Y, añado, hippies ociosos con afán de notoriedad; pijoprogres, como dicen los sabios íberos. Víctimas, o instigadores, de la instrumentalización política de populistas de izquierdas dispuestos a arrancar votos de los cadáveres.

Pero, entonces, me acecha un segundo pensamiento: si miramos al pasado, cuando aparecen unas personas con melenas cantando a la paz, siempre irritan a los señores del establishment (como servidor), pero a menudo están en el lado correcto de la historia.
Ya sea en la Jerusalén antimperialista del año 30, la Washington antibelicista de 1969, la Lisboa antidictatorial de 1974, o
 cualquier ciudad del planeta en el prólogo de la guerra de Irak. 
Los melenudos son portadores de verdades que, en retrospectiva, nos parecen de lo más normales, pero que, cuando son formuladas por primera vez, escandalizan a las mentes pudientes. Los cambios políticos más sensatos necesitan pioneros locos porque el resto, de forma natural, nos aferramos como koalas al árbol del statu quo.

Asi que, Freire y compañía : ¡Viva los perroflautas!
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