La Democracia con mayúsculas, eso a lo que aspira la mayoría de la humanidad nunca se ha llevado bien con las jerarquías religiosas, cualesquiera que sean. Talibanes, ayatolas y obispos en general nunca han visto con buenos ojos la separación lógica y obvia entre lo que es una sociedad civil, laica por definición, y las posibles creencias personales o grupales de cada uno de los miembros de esa sociedad. Creencias que, si son respetuosas con las demás, hay que darles cauces de desarrollo y promoción, pero que nunca deben de incluirse en la columna vertebral de ninguna sociedad democrática.
En España, el pulso que la Iglesia Católica mantiene con el Gobierno respecto a la nueva asignatura "Educación para la Ciudadanía" se ha agudizado notablemente tras las declaraciones del cardenal arzobispo de Toledo y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española. Antonio Cañizares advirtió a los colegios religiosos que no se han opuesto a esta materia que incluirla en su plan de estudios supone «colaborar con el mal», a pesar incluso de que adapten el temario. A juicio del responsable eclesiástico, la controvertida materia es «más que una asignatura». Responde a un «proyecto claro del Gobierno» en línea con una «concepción laicista de la vida, en la que los conceptos religiosos quedan relegados únicamente a la esfera de lo privado». ¡Manda huevos que eso le parezca mal a este señor!
Habrá que recordarle que esta sociedad se rige por parlamentos democráticos y este tema está dentro de una ley aprobada en el Parlamento de toda la ciudadanía del estado, incluido él, y no se rige por estructuras de arriba abajo donde los de arriba se consideran influenciados o dirigidos por espíritus o fuerzas superiores.
Y lo dejo de momento aquí para no repetirme lo que ya escribí hace unos días.
Y lo dejo de momento aquí para no repetirme lo que ya escribí hace unos días.