Pero tampoco basta con denunciar simplemente a unos o a otros, por muchas razones que haya para ello. Hacen falta proyectos formulados en positivo. Lo dijo Joseba Arregi hace unos días y, en esto, estoy de acuerdo con él.
No basta con decir no a ETA. No basta con decir no al nacionalismo vasco o español. Hacen falta proyectos capaces de ofrecer un nuevo imaginario a los ciudadanos vascos; imaginarios capaces de recoger lo mejor de la historia vasca, aquélla que, sin renunciar a defender su diferencia, no renuncia a su tradicional colaboración y participación en proyectos más amplios que los limitados a su propia geografía.
No basta con decir no a ETA. No basta con decir no al nacionalismo vasco o español. Hacen falta proyectos capaces de ofrecer un nuevo imaginario a los ciudadanos vascos; imaginarios capaces de recoger lo mejor de la historia vasca, aquélla que, sin renunciar a defender su diferencia, no renuncia a su tradicional colaboración y participación en proyectos más amplios que los limitados a su propia geografía.
El nacionalismo lo podía haber hecho, pero se dejó seducir por el pacto de Estella-Lizarra. Cerrar ese capítulo no sólo le concierne al nacionalismo. También al resto de fuerzas políticas: formulando una idea de Euskadi que, sin pretender una adhesión del cien por cien, sea capaz de aglutinar a una mayoría que quiere volver a creer en Euskadi, pero sobre fundamentos distintos a los que han sido probados hasta ahora.
Es preciso refundar el pacto estatutario en su espíritu de pacto, más allá de la letra concreta. Ni el autogobierno y su aumento es un dogma, ni la letra concreta del Estatuto actual debe ser otro dogma. Lo único que queda de los fracasos cosechados hasta ahora es que fuera del pacto la sociedad vasca, en cuanto sociedad política, no existe.