La confusión parece haberse instalado en el centro de mando de la economía española. ¿Cómo es posible no adaptar la política económica tras pulverizar a la baja todos los cálculos hechos anteriormente? ¿Se requieren las mismas medicinas cuando el crecimiento se prevé del 2,3% que cuando se habla del 1,6% y del 1% (por qué no el 0%) para el año próximo?
Por un lado, en un mundo globalizado y con la política monetaria cedida al Banco Central Europeo (BCE) el margen de actuación de los gobiernos nacionales es tan limitado que casi es mejor no ponerlo a prueba. Pero la crisis tiene en España características especiales, por la dependencia de la construcción y de la financiación exterior, ambas en estado de colapso.
Por otro lado, la economía española debe purgar sus excesos del pasado. ¡De acuerdo! Pero ¿hasta qué punto? Es temerario dejar que la bola de nieve que se está formando siga ganando fuerza y velocidad. Las economías son máquinas complejas con inercias muy poderosas.
La situación requiere planes, propuestas y acción. Y un discurso que transmita a los agentes sociales que se trabaja con un objetivo, de forma activa.
Leído a Manel Pérez