en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

lunes, 26 de julio de 2010

Provincialismo disfrazado de foralismo

Pocas veces uno se siente tan identificado con el autor de un artículo cuando lo esta leyendo como me pasó a mí ayer con el escrito por Javier Olaverri en el diario El Pais.com

Le llaman foralismo, pero no es más que provincialismo y cada vez resulta más cansado de soportar. La última batalla ganada por estos provincialistas: la ruptura del acuerdo de Tecnalia y sus eventuales consecuencias. No es la primera ni será la última. Ya a finales del 2008 pudimos asistir a una batalla similar con ocasión de la fracasada fusión de las Cajas Vascas, donde la ubicación de la sede y el correspondiente efecto "político" llevó al provincialismo gipuzkoano a boicotear la fusión.

Las batallas provinciales se extienden a todos los ámbitos, sobre todo al fiscal, donde si no tienen mayor eco es debido al ocultismo con el que funciona nuestra hacienda, dividida en tres pequeños virreinatos que huyen de la luz y el taquígrafo como los gatos del agua escaldada.

Los efectos acumulados de este "sirimiri" continuo de "provincialismo" termina calando en la opinión pública vasca, que es lo que buscan sus autores. 


Hoy, el único argumento válido en Gipuzkoa para "justificar" la ampliación del Puerto de Pasajes o la supervivencia del aeropuerto de Hondarribi no se encuentra en la racionalidad económica de las propuestas sino en el argumento provincialista: ¿Qué pasa, que todo se lo tiene que llevar Bilbao?


¿Pero de donde ha nacido este foralismo de corte provincialista que nos inunda?.


Desde luego no de la lucha antifranquista, que es de donde nace todo nuestro entramado institucional actual. Bajo Franco no hubo un solo detenido por defender al "foralismo" y de hecho incluso hoy en día es muy difícil encontrar alguien que defienda el foralismo, salvo que viva en el entorno de las propias diputaciones.



Tampoco proviene de la recuperación de la antigua tradición foral. En nuestra historia las Diputaciones Forales no son más que una emanación de los Ayuntamientos, hasta el punto de que solo los Ayuntamientos tenían voto en su seno. Por lo tanto nada que ver con el sistema actual, donde las Diputaciones no solo son independientes de los Ayuntamientos sino que aspiran a tutelarlos económica e institucionalmente.

El origen del foralismo actual arranca de la recuperación del Concierto Económico y del mal uso de las facultades que el mismo otorga a las Diputaciones. Aprovechándose de su papel central a la hora de recaudar impuestos, las Diputaciones han desarrollado desde entonces una tenaz y compleja estrategia para abrirse paso a codazos, unas veces hacia arriba contra el Gobierno vasco otras hacia abajo contra los Ayuntamientos, para obtener un peso institucional que no les corresponde ni por la ley ni por la historia. Para ello entablaron un partido de pelota por parejas: Estado-Diputaciones contra Gobierno Vasco-Ayuntamientos.

Los codazos hacia arriba ya supusieron en su día la escisión del PNV y el nacimiento de EA y hoy se plasman en la apuesta decidida de estos provincialistas para impedir que el parlamento vasco legisle en materia de impuestos y buscar su blindaje jurídico en el apoyo del estado.Por abajo se refleja, por ejemplo, en que hoy, tras 30 años de autonomía, siga sin aprobarse una Ley Municipal porque las Diputaciones recelan de que a través de esa ley los Ayuntamientos recuperen su primacía histórica e impongan la realidad de que en un país tan pequeño como el nuestro no hay sitio para tanta institución.

Y es que si aplicamos el principio de eficacia a la competencia de carreteras, donde solo tenemos 7.200 km2 de superficie, es decir el equivalente al 70% de la superficie de Navarra, concluiríamos con que es suficiente una planificación general del parlamento vasco, por lo que sobrarían las actuaciones de las Diputaciones a este respecto.

Lo mismo ocurre en servicios sociales, donde todo el mundo reconoce que hay un gran problema con el solapamiento de servicios. El principio de eficacia está reclamando a gritos que el sistema se organice en torno a los dos polos del sistema: uno formado por el parlamento y gobierno vasco, que elaboran el marco general y aseguran la financiación, del sistema, y otro a nivel municipal, o comarcal, que ejecutan esas políticas. ¿La Diputación?. Sobra.

Ni siquiera tiene sentido que las Diputaciones pretendan supervisar a los Ayuntamientos en materia presupuestaria. Como dictaminó el Tribunal Supremo en sendas sentencias de comienzos de los años 90, ni el Concierto Económico ni los antecedentes históricos justifican la pretensión de las Diputación Forales de controlar el funcionamiento presupuestario de los Ayuntamientos porque tales antecedentes "para nada aluden a facultades normativas en el ámbito presupuestario de las Corporaciones locales".

Sin embargo hoy es el día que, tras haberse anulado aquellas Normas Forales, las Diputaciones han vuelto a aprobarlas sin que esta vez nadie las haya recurrido, con lo cual se han apropiado, sin base alguna, de un espacio municipal que no les incumbe. Es la táctica del "pertinaz sirimiri" que busca la victoria por el aburrimiento.

Ignoro como va a terminar lo de Tecnalia y tampoco sé como va a acabar lo de las Cajas, ahora que la BBK ha arriesgado tanto por tierras andaluzas, pero de lo que estoy seguro es que bajo el disfraz de "foralismo" no hay mas que un simple "provincianismo" que pesa y pesará cada vez más en contra de las posibilidades de hacer un verdadero país.