en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

viernes, 2 de julio de 2010

Un constitucionalismo ineficaz

Nada más conocerse el fallo sobre el Estatuto  el presidente de la Generalitat manifestó sentirse indignado, pues entendía que al Constitucional le había preocupado mucho más  que hubiera una sentencia, que impartir justicia constitucional atendiendo  la voluntad ciudadana expresada en referéndum. Comparto esta valoración del president, pues es evidente que la presidenta María Emilia Casas asumió como desafío personal que el tribunal  dictara por fin una  sentencia, aunque el contenido de la misma tuviera una vinculación más estrecha con el mercadeo y el regateo ideológico con alguno de los magistrados que con una interpretación coherente, flexible e inclusiva del texto constitucional.

Necesitamos un constitucionalismo dispuesto a reconocer las realidades nacionales internas, como ejercicio democrático de constatación de algo real y objetivo, cuya expresión subjetiva constituye eso que denominamos conciencia o voluntad nacional, que también es plural. El derecho no puede ignorar la realidad, mucho menos cuanto ésta se construye con piezas tan democráticas como la voluntad ciudadana y los acuerdos institucionales. El Constitucional ha dicho que carecen de eficacia jurídica interpretativa las referencias que en el preámbulo del Estatuto se hacen a ‘Cataluña como nación’ y a “la realidad nacional de Cataluña”. Es decir, que son referencias sin ninguna consecuencia jurídica normativa ni interpretativa. Sin embargo, la realidad nacional existe. No es una cuestión de choque de legitimidades. 

El dilema es sencillo. Se da acogida constitucional a la voluntad expresada en referéndum o se reconoce que esa voluntad no tiene cabida en la Constitución. Decía hace seis meses el presidente de la Generalitat que una lectura restrictiva de la Constitución, ajena a su espíritu integrador, debilitaría a los catalanes que quieren sentirse cómodos en una España que reconoce su pluralidad. Tras el fallo, el president decía sentirse indignado, probablemente era una manera de expresar la ‘incomodidad’ que sienten ya muchos miles de catalanes.

Xabier Gurrutxaga en EL CORREO