La idea de ampliar el Museo Guggenheim a la Reserva de Urdaibai y convertirlo mediante una cuantiosa inversión en un elemento motor de la economía de la zona, está generando estos últimos años una nueva controversia de índole política, económica, ecológica y cultural. Inicialmente tal polémica se ha circunscrito sobre todo al ámbito institucional y al mediático; sin embargo, en estos momentos es un debate que está en la calle.
Hoy, en la radio, he oído que el museo Chillida-Leku, fantástico y altamente recomendable de visitar, debido a diferentes problemáticas, y sin duda una importante, la económica, podría correr grave riesgo de desaparecer.
Solo un país de locos y locas podría permitirse el lujo de debatir un segundo museo Guggenheim a solo unos kilómetros del que tenemos y dejar morir a otro como el que tenemos la suerte de tener entre nosotros y que cualquier ciudad del mundo desearía albergar.
Pero una vez más, alguno justificará su imposibilidad de intervenir o de "mezclar" ambos por la maldita ley de Territorios Históricos que, protegida, defendida e interpretada por los actuales gobernantes territoriales, impide edificar una imagen unificada de país.