Según comentó ABC una mañana, "cincuenta diputados dicen haber perdido sus iPads", y el Congreso se niega a reponerlos. Por la tarde, ya los iPads son treinta, lo que, por cierto, sigue siendo una barbaridad …
¿Os imagináis una empresa en la que entre el 10% y el 20% de los empleados lo perdiesen?
Pasos a seguir:
Uno: usar de inmediato Find my iPad. ¿Se imaginan ustedes que apareciese en el cuarto de su joven hija/o adolescente?
En el caso de la pérdida de un iPad de un representante público, es preciso además hacer notar un matiz: que el iPad puede incluso ser lo de menos. Que lo importante es su contenido: dado que un parlamentario puede manejar, por su condición, información sensible, perder un iPad con información reservada puede representar como tal un delito.
Dos, lanzar una investigación exhaustiva y transparente sobre el tema, teniendo en cuenta que cuando el problema principal de este país a estas alturas se denomina, con todas sus letras, en mayúsculas y en negrita, CORRUPCIÓN.
Y tres, si se detecta falsedad alguna, interponer denuncia inmediata e inhabilitación permanente.
Los iPads son una maldita anécdota, pero también una verdadera llamada de atención. Pretender justificar su pérdida con un “es que viajamos mucho” es completamente impresentable: hablamos de un recurso pagado con dinero publico y que puede contener información sensible: lo mínimo es custodiarlo adecuadamente. Va en el cargo. Si además no se han perdido, sino que se han “perdido” entre “comillas”, la cosa es infinitamente más grave, y precisa de medidas inmediatas y tajantes. No por los iPads, sino por lo que significan. Que quien tenía que legislar, se dedica a “despistar”, a “descuidar”, a “extraviar”. Muy grave. Muy significativo. Y el problema fundamental que están en la raíz de todos los demás que tiene este país.
Recogido de ://www.enriquedans.com