Algunas religiones lo reconocen literalmente
y se enfadan y les castigan, incluso con la muerte,
si intentan gestos que conduzcan a la igualdad.
Otras ni se lo plantean oficialmente, simplemente,
alegando los "intermediarios" entre su Dios y el rebaño,
deseos expresos de la máxima autoridad.
Los que dan un paso más
y llegan oficialmente a planteárselo,
tal como ha ocurrido estos últimos días,
terminan reconociéndose no preparados
para autocriticarse de tantos siglos de discriminación.