Desde ayer viernes, la política española ha vivido un giro que podría ser definitivo. Sanchez tenía su estrategia marcada pero las cosas han venido de otra manera y los rivales del PSOE, de un lado y de otro, no se han quedado dormidos y han trastocado todos estos planes.
El primer golpe de efecto lo dio Pablo Iglesias tras su entrevista con el Rey, cuando anunció ante la sorpresa general que estaba dispuesto a apoyar la presidencia de Pedro Sánchez a cambio de participar en un gobierno de coalición en el que el propio Iglesias se recomendaba como vicepresidente.
La reacción de los barones y de otros muchos influyentes socialistas contrarios a cualquier pacto con Podemos no se hizo esperar y respondieron enojados y ofendidos en contra de la oferta de Iglesias. El ambiente en el PSOE a ocho días del Comité Federal volvía a calentarse.
La segunda bomba informativa del día no fue menor cuando Mariano Rajoy anunció también tras su entrevista con el Rey que no iba a presentar su candidatura a la investidura, a pesar de que Felipe VI se lo había propuesto formalmente al tratarse del líder del partido más votado en las elecciones.
Sanchez su primera batalla la tiene en casa. No va a ser fácil. Y será mejor aclarar previamente la predisposición del PSOE y la capacidad de liderazgo de su secretario general, así como la importancia de barores y baronesas antes de seguir adelante.
Llama la atención que Sanchez pueda tener más problemas internos que externos, algo que quizás, de lo "malo malo", sea bastante mejor que la unanimidad indiscutible que se vive en los otros tres grandes partidos alrededor de sus líderes carismáticos.