Magistral golpe de efecto. La tarde de este sábado 9 de enero parecía tranquila en muchas redacciones cuando, de súbito, todo ha comenzado a adquirir velocidad de vértigo. Salvando las distancias, recuerda a otro sábado ya lejano del año 1977, cuando Adolfo Suárez decidió legalizar por sorpresa el Partido Comunista.
¡Teletipo con campanillas!:
“Carles Puigdemont será investido este domingo nuevo presidente de la Generalitat de Catalunya”.
Me gusta que en esta aburrida politica española, la capacidad de sorprender no haya muerto. Me gusta que tanto futurólogo sabiondo se vea obligado ahora a comerse con patatas tanta sandez como llevan diciendo durante las últimas semanas. Me parece estupendo que a tanto columnista sabelotodo se le haya cortado la digestión de la comida de este sábado. Me he hartado de repetirlo hasta la saciedad en los últimos días: No se debe decir “fú” hasta que no pasa el último gato.
Yo no quiero que Catalunya se independice, pero me gusta que la democracia funcione siempre hasta el último minuto, hasta las últimas consecuencias y desde todos los ángulos posibles. Y el acuerdo para hacer presidente a Carles Puigdemont es impecablemente democrático. Este domingo por la tarde, merced a un pleno del Parlament convocado escasos segundos antes de que la bomba explote, Catalunya tendrá nuevo presidente de la Generalitat.
No estaba todo el pescado vendido, Artur, pero tú te tienes que ir, hacerte a un lado junto a tu padrino Jordi y señora, y acompañarlos a declarar el próximo mes de febrero para que no se sientan solos. Los pobres.
Decididamente, parece que este año 2016 está dispuesto a resultar francamente interesante.