Lo escribí tras las elecciones del 27-S y lo repito ahora: el problema no es la CUP, sexto grupo del Parlament, con cerca de 338.000 votos y diez escaños. La CUP tiene la fuerza que tiene y tiene la ideología que tiene: se define como asamblearia, anticapitalista, desligada de las formas de dominación patriarcal y partidaria de una República catalana. El problema es CDC, el partido del president Mas, que ha sacrificado en el altar del llamado proceso su perfil liberal y reformista. En su huida hacia delante ha ido saltando pantallas con una política de tierra quemada: primero se quebró el PSC, luego se rompió CiU, después Unió se partió en dos mitades... y ahora la capacidad de resiliencia de la CUP ha llegado al límite.
El resultado: tres elecciones en cinco años y unas cuartas en el horizonte. (Sigue en La Vanguardia)