Una vez más, bien por Hollande, por no ceder al chantaje de los fanáticos de la religión.
A diferencia de Italia, donde las autoridades decidieron tapar las esculturas de desnudos para no ofender al invitado, los franceses no están dispuestos a realizar concesiones.
Ni el programa nuclear, ni Siria han sido motivos de discrepancia.
El vino en la cena es lo que divide a los presidentes de Francia e Irán.
Nadie les obligaba a beber, pero sus ideas no pueden ni debemos permitir que salpiquen ni se impongan al resto.