Macbeth se erige por méritos propios como una de las grandes tragedias de Shakespeare. Cuenta con todos los elementos para configurar una apasionante historia: ambición desmedida por el poder, guerras, hechizos, fantasmas, engaños, traiciones y mucha violencia.
Nos muestra cómo la perspectiva de llegar a lo más alto, espoleado por los deseos de su mujer, convierte a un hombre aparentemente noble en un tirano sanguinario, y cómo esa maldad acaba conduciendo a la paranoia, la locura e inexorablemente a la perdición.
Nos muestra cómo la perspectiva de llegar a lo más alto, espoleado por los deseos de su mujer, convierte a un hombre aparentemente noble en un tirano sanguinario, y cómo esa maldad acaba conduciendo a la paranoia, la locura e inexorablemente a la perdición.
Alex Gerediaga y su equipo asumen el reto de llevar a escena esta vertiginosa, inquietante y sangrienta tragedia; buscando ser fieles a lo que en ella se cuenta sin traicionar su habitual línea de creación, sustentada en relacionar los códigos escénicos y cinematográficos.
Trasladar esta intensa obra Shakesperiana a un universo propio, y adaptarla a los recursos narrativos y estéticos característicos en sus trabajos, es una responsabilidad y un riesgo que valientemente han adquirido y que sin duda deja un buen sabor de boca a gran parte de un público entregado que varía sustancialmente del que que asiste habitualmente durante el año.
Sin embargo a otra parte no menos numerosa, nos deja con un sabor agridulce, porque no llega a engancharnos desde el principio y tiene un "algo" que no me permite calificarla entre las mejores obras que he presenciado esta temporada.
Sin embargo a otra parte no menos numerosa, nos deja con un sabor agridulce, porque no llega a engancharnos desde el principio y tiene un "algo" que no me permite calificarla entre las mejores obras que he presenciado esta temporada.