Se va, dicen algunos, como un último esfuerzo y sacrificio personal para salvaguardar la monarquía, para evitar que se dañe la institución, para contribuir” a que el jefe del Estado pueda desarrollar su función “desde la tranquilidad y el sosiego” que el cargo requiere.
¡Cuanto morro, cuánta desfachatez en esas palabras. Nos toman como imbéciles y acojonados y se ríen, no ya a nuestras espaldas, sino a la puta cara.
Si marcharse de un país con, por ejemplo, cien millones de euros, ayudaría a cualquier ciudadano/a a olvidar su terruño, y facilitaría enormemente subir la escalinata del avión con una sonrisa, estos borbones que fardan de amor patrio y bla bla bla, a la mínima aparecen con el culo al aire y sus vergüenzas expuestas al público.