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jueves, 28 de septiembre de 2023

La celestina, con Anabel Alonso, en el Arriaga.

Calisto, un joven noble apuesto y de preclaro ingenio, penetra persiguiendo a un
halcón en la huerta donde se halla a Melibea, de quien queda profundamente enamorado. Ante el rechazo de ésta y aconsejado por su criado Sempronio, decide encomendar su cuidado a Celestina, para lograr por medio de ella el amor de Melibea.

Es el punto de partida de La Celestina, junto a Don Quijote y Don Juan, uno de los tres grandes mitos universales que ha creado la literatura española. Fernando de Rojas escribió la obra a finales del siglo XV con la intención de que fuera leída por el público universitario y culto de su época, no para ser representada. La escenificación del texto completo superaría las cuatro horas, pero no es este caso.

Esta adaptación de Eduardo Galán ha buscado el dinamismo de la acción, el ritmo de los conflictos, la rapidez del paso del tiempo, para reflejar la idea central de la obra: el “carpe diem”, la brevedad de la vida, la necesidad –como dice Celestina a Melibea- de disfrutar de la juventud antes de que la vejez arruine la belleza.

El lenguaje suena perfectamente a época, pero no ofrece las dificultades imposibles de entender del original, y se han reducido las larguísimas intervenciones de los personajes.
L
a propia elección de Anabel Alonso como protagonista hay ya una clara apuesta por la ligereza frente a la hondura. Y eso es lo que uno ve en el patio de butacas: a una actriz muy popular, con mucho oficio, que engatusa y distrae, pero no profundiza ni conmueve.