Aunque en este país, tanto por un lado como por otro, centralistas/unionistas versus independentistas militantes o de boquilla, la federación en un país como el nuestro es un ordenamiento territorial sólido, opuesta a la fragmentación del poder, con un centro común para las grandes decisiones y jerarquía precisa de competencias, garantizando y acotando el autogobierno de los Estados.
Pensemos en Estados Unidos y en Alemania. Compatible con una escala no conflictiva de identidades y el principio de la igualdad de los ciudadanos, amenazado siempre por los privilegios en la pluralidad de soberanías confederal.
Resulta explicable que nacionalistas más radicales de los partidos catalanes y vascos lo rechacen y que falsifiquen una historia que desde 1500 avala la concepción constitucional –nación, nacionalidades– traducible en el concepto de ‘nación de naciones’, un eje español del cual emergen en momentos diferentes Cataluña y Euskadi, dando lugar a una doble identidad aún vigente para los ciudadanos de ambas. (Galicia ‘is different’).
¿Única salida constitucional posible?
La federal.
A ver si unos y otros terminan dándose cuenta de que la solución la tienen delante de sus narices.
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