Esta semana pasada ha sido uno de los temas más debatidos en tertulias y comentarios. Yo quiero dejar claro mi apoyo a lo que se considera, en la mayoría de los sectores de este país, el principal proyecto de este Gobierno en relación a las infraestructuras necesarias para el futuro de Euskadi.
Es evidente que un proyecto de estas caracteristicas, necesita primero de un acuerdo con las administraciones vecinas para definir tanto el trazado como la financiación. Además, necesita de un apoyo lo más amplio posible dentro de la ciudadanía y, por último, de una dirección solida y sin fisuras por parte de la administración encargada de llevar el proyecto a la práctica.
El primer apartado está resuelto afortunadamente, a pesar de las turbias y/o extrañas relaciones habidas en los últimos años entre las administraciones implicadas.
El segundo apartado también porque, bien si tenemos en cuenta el apoyo popular de los partidos que se posicionan a favor y en contra del proyecto, la balanza se inclina indiscutiblemente a favor del TAV, o bien porque si se hiciese uno de esos referenduns, tan en boga últimamente, el posicionamiento de la ciudadanía se decantaría claramente a favor del desarrollo de este nuevo sistema de comunicación.
Y cuando llegamos al tercer punto una vez superados los dos primeros, en teoría los más dificiles, nos damos cuenta que estamos ante un gobierno absolutamente dividido en la materia. Una consejera diciendo "sí" y un consejero diciendo "no". Algo parecido a un hijo a quien sus padres le dan ordenes contradictorias. Algo parecido a un trabajador a quien sus jefes superiores le dicen el uno "arre" y el otro "so". Algo inexplicable fuera de contexto.
Un proyecto que tiene en el Gobierno partidarios de ponerle "palos en las ruedas" o como dice Madrazo "Expresaremos nuestro rechazo allá donde podamos" y que ha trazado una linea que divide internamente tanto al Gobierno como a la oposición, parece invitar a replantearse la composición del gobierno y rehacerlo en función del apoyo o no al mismo.
Por otra parte, quede claro que la oposición democrática a un proyecto clave de un gobierno me parece legítimo, pero de la misma manera que soplar y sorber son dos procesos que se pueden hacer uno detrás de otro, pero no a la vez, pienso que estar en el gobierno y, a la vez, estar en contra de lo que este propone, no debería de ser éticamente ni compatible ni permitible, pero de esto último, hablaremos otro día.