Son muchas las razones. Hoy, en el día D, voy a apuntar una que ya señaló Josu Jon Imaz el domingo: La cooperación transatlántica.
¿Se han fijado ustedes que en muchos de los nuevos mapas mundi el Atlántico aparece en un extremo y que nosotros casi nos caemos por la esquina de la hoja? Es el símbolo de un mundo centrado en el Pacífico, en el que Europa es cada vez más irrelevante, y nosotros cada vez más periféricos en la propia Europa.
¿Se han fijado ustedes que en muchos de los nuevos mapas mundi el Atlántico aparece en un extremo y que nosotros casi nos caemos por la esquina de la hoja? Es el símbolo de un mundo centrado en el Pacífico, en el que Europa es cada vez más irrelevante, y nosotros cada vez más periféricos en la propia Europa.
La recuperación con la Administración Obama de la alianza entre Europa y Estados Unidos puede volver a hacer de la relación atlántica un eje importante en el liderazgo global y la estabilidad mundial. Eso no es baladí para la seguridad y convivencia en Europa, ni tampoco en términos económicos para los que podemos ganar en centralidad, en la medida en la que ese Atlántico que nos baña pueda ser centro estratégico y se aleje de la periferia que la persigue hasta en los mapas.
La ruptura de complicidades durante los mandatos de Bush ha debilitado el liderazgo de Occidente en el mundo. Y el reforzamiento con Obama de la alianza entre Europa y EE UU puede cambiar no sólo sus relaciones, sino también, y de manera fundamental, las relaciones con Rusia y China. En definitiva, la gobernanza mundial.