Hermosa fábula para comenzar el fin de semana con una sonrisa, una fábula que, por cierto, casi ha sido la noticia de la semana o, al menos, una de las más comunes en los telediarios de todo el mundo.
Barack Obama mató el martes de un único golpe a una mosca. El episodio se produjo en la Casa Blanca, cuando el presidente de Estados Unidos estaba siendo entrevistado en directo por el periodista John Harwood para la cadena CNBC. Ahí estaban, uno frente a otro, sentados en sendas sillas con las piernas cruzadas y delante del sobrio telón de fondo de una sala oficial: moqueta en el suelo, cortinas al fondo, unas lámparas. El presidente se disponía a meterse a fondo en alguna de las cuestiones cuando apareció la mosca y dio unas cuantas vueltas a su alrededor. "Perdón..., perdón, voy a empezar de nuevo", se disculpó entonces ante Harwood, reconociendo así haber perdido la atención y, sin transición casi, retó a la mosca. "¡Vete de aquí!", le dijo con autoridad. El periodista intervino en ese momento con una lúcida observación: "Es la mosca más persistente que he visto nunca".
No se sabe muy bien si Obama llegó a escuchar un comentario tan inapelable pues tenía sus cinco sentidos puestos en aquel insecto que había hecho caso omiso de su orden. Siguió zumbando y se posó en la mano izquierda del presidente de Estados Unidos. Craso error. Obama levantó su brazo derecho, apuntó y sacudió el golpe seco, directo, preciso. "Nice", observó Harwood para aplaudir la acción. "Ahora, ¿dónde estábamos?", preguntó Obama como si recuperara la palabra con el consabido "decíamos ayer...".
Podían haber seguido como si tal cosa, abordando la delicada situación de Irán, por ejemplo. Pero Obama movió la cabeza para localizar el cadáver de su enemigo sobre la moqueta, y demostró así por enésima vez su condición de humano, demasiado humano. "Eso fue muy impresionante, ¿no? ¡La agarré!", comentó, y no tardó en proponerle al cámara que filmara a la bestia caída.
Es necesario ser minucioso en la relación de este episodio que tiene algo de fábula. Un bicho interrumpe a la suprema autoridad del mundo mientras está pronunciándose sobre grandes cuestiones. Éste frena, se disculpa, analiza la correlación de fuerzas, espera su oportunidad y resuelve con un golpe certero. Es ahí donde toca sonreír y quitarle importancia al prodigio. ¿Y la moraleja? Que por minúsculo que sea el enemigo, hay que estar siempre a la altura de las circunstancias.
(Recogido de EL Acento de EL PAIS)