Lamentábamos el otro día que el juego partidista haya permitido que los vecinos de Recalde se queden sin tranvía. Ha bastado un cambio de partidos en la mesa de decisión para adoptar la postura contraria, mas por mostrar quien manda ahora, que por un sincero interés ciudadano.
Pero parece que no aprendemos. Cuando un proyecto se presenta excesivamente ligado a un partido y a una persona, el proyecto corre el peligro de seguir el mismo final que el partido o la persona en quien se simboliza. El Guggenheim 2 puede ser una buena idea. No lo dudo. Pero las formas y los modos que se están utilizando para arrancar no son los mejores para aunar voluntades ni para sumar adeptos.
Algunos, que en su momento y a nuestro nivel, también hemos podido cometer errores de ese tipo, hace tiempo que hemos aprendido de nuestros errores y de los ajenos.
Otros, que tampoco son tontos, ¿No serán capaces de reconducir estas actuaciones?