El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

sábado, 26 de diciembre de 2009

Díaz Ferrán debería dimitir

Gerardo Díaz Ferrán --presidente de la CEOE-- debería dimitir de su cargo. Si no lo hace, sus compañeros empresarios deberían retirarle la confianza que le han otorgado durante estos últimos años. Y si nada de esto ocurre el gobierno debería condenar públicamente el comportamiento chulesco de este sujeto.

Tal como puede leerse en el blog "Im-pulso", este impresentable no abona cuotas de la seguridad social ¡desde 1996! Esta información ha sido hecha pública en el artículo "Un patrón con dinero público", de Xavier Vidal-Folch, en El país. El párrafo dice, textualmente:

"La Seguridad Social le viene financiando (el saldo es de 16 millones) desde 1996, tragando el impago reiterado de cuotas (también de la obrera) de Air Comet, acompañado por repetidos compromisos de saldarlas. ¿Es éste el hombre que debe discutir la rebaja de las cotizaciones? Ojo a la fecha, 1996: no parece que los impagos se deban a la crisis, como alegó [Díaz Ferrán] ayer".

A bote pronto, la conclusión inmediata es que ese individuo carece de vergüenza; pero hay otra conclusión mucho más inquietante y de mayor interés para los contribuyentes y para los empresarios en general: Durante los gobiernos de Aznar López y Rodríguez Zapatero y en lo tocante a los negocios del patrón de patrones, la Administración pública española --¡el Estado!-- habría incurrido en una manifiesta y grave dejación de sus obligaciones.

¿Cuánto tarda la tesorería de la seguridad social en plantear una ejecutiva de embargo cuando un autónomo deja de cumplir sus obligaciones de pago?, ¿cuánto tarda Hacienda en iniciar trámites de embargo cuando un contribuyente le debe 1.000, 2.000 o 500 euros?...

¿Por qué Díaz Ferrán, cuya deuda con la seguridad social asciende a 16 millones de euros, ha gozado durante 13 años de trato de favor por parte del Estado?

La viñeta superior es de J·R·Mora, la inferior de Vergara y el texto de Felix Soria