Ha resultado curioso, al menos visto desde fuera, el revuelo que se ha montado dentro de la Iglesia ante el nombramiento del señor Munilla como obispo de Gipuzkoa.
A mí lo que más me llama la atención no es el nombramiento en sí. Todos sabemos que se trata de una institución absolutamente jerarquizada, donde la mejor razón es el mandato divino que tiene el jefe supremo y donde nunca han presumido de funcionamientos basados en opiniones mayoritarias o democráticas. En su favor hay que decir que nunca lo han practicado y lo llevan con mucho orgullo el no hacerlo porque "ellos son distintos, diferentes al resto del populacho".
Y siendo esto así de toda la vida de existencia de la organización política e ideológica que heredó y transformó el poder militar del imperio romano, debemos de congratularnos de que vivimos, desde la llegada de la democracia, en una época en la que autodefinirse como miembro o no de la misma, como creyente o no creyente, es absolutamente voluntario y, en general, no repercute en los puestos de trabajo ni en las relaciones personales. Ya, a estas alturas de la vida y por estas latitudes, no te pueden quemar en hogueras ni enjuiciarte en "santos oficios" inquisidores con resultado de muerte bajo tortura.
Entonces, todos los que protestan, se indignan, se rasgan las vestiduras y/o se lamentan en público de la decisión relacionada con el nombramiento de este líder espiritual, ¿Por qué no le dejan y se salen de una organización que permanentemente les desautoriza, les disgusta y de la que se sienten cada vez mas alejados ideológicamente?¿Por qué no renuncian al sueldito de liberados, escaso y ridículo, se buscan la vida como el resto de las ovejas del rebaño y predican, si les quedan fuerzas, lo que ellos consideren mas adecuado.
La Iglesia C.A.R. es lo mas contrario que conozco al espíritu "dos.cero". Ellos lo reconocen con orgullo. A mí, que me gusta la comunicación, el debate y la participación, nunca se me ocurriría ingresar en un mundo donde eso, precisamente eso, no solo no se practica, sino que está mal visto. Invito a los curas, liberados y demás militantes que vean en el espíritu participativo un elemento esencial de cualquier organización que se precie, a ser consecuentes y a enseñar" las verguenzas" de una entidad tan caduca.