Los sindicatos quieren seguir siendo más o menos lo que han sido hasta ahora, y para ello no podrían encontrar una estrategia más adecuada que defender el marco precedente de relaciones laborales y el actual sistema de seguridad social. El problema surge desde el momento en que el primero ya se ha volatilizado, y la reforma del segundo parece ineludible. De modo que es la modificación del marco legal de las relaciones laborales y del sistema de pensiones el que obligará a los sindicatos a cambiar hacia un modelo inédito.
Quizá un modelo que unifique a Comisiones y UGT en una sola central, que se haga fuerte en aquellos sectores en los que la estabilidad del empleo se lo permita (funcionariado, grandes entidades, ...), que descienda al ámbito de cada empresa si es que puede, y que admita ser -como de hecho lo está siendo- un interlocutor secundario en relación a las decisiones institucionales en una democracia representativa.
En este sentido, la convocatoria de hoy aparece como la última expresión del sindicalismo que paralizó el país contra Felipe González y quiso poner en aprietos a José María Aznar. No solo porque resulta improbable que obtenga el mismo eco -que también- sino porque aunque la sociedad siga necesitando manifestaciones colectivas de contestación, busca en éstas una utilidad que probablemente no obtenga con el 29-S.
Nunca un Gobierno se mostró tan comprensivo y hasta condescendiente con la convocatoria de una huelga general. En otras circunstancias el pulso entre las centrales y el Gobierno hubiese podido interpretarse como una pugna por la conservación del poder sindical frente a la conservación del poder político. Pero la globalización empequeñece el episodio de la pretendida o temida huelga general de hoy. Y en todo caso se trataría de un pulso desigual. Los sindicatos se juegan mucho más de lo que los socialistas arriesgan con Zapatero. C OO y UGT se juegan poco menos que su razón de ser, mientras que el gobierno socialista -o los socialistas en el gobierno- se conforman con evitar que la derrota que puedan sufrir en las generales de dentro de año y medio no sea más acusada por la deserción del voto 'sindicalista'.