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viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Perdonar?

Nos recuerda Luis Daniel Ispizua en EL PAIS que, el pasado martes, día 14, se cumplieron diez años del atentado contra José Ramón Recalde, ex consejero de Educación y de Justicia del Gobierno vasco y su amigo. En una entrevista reciente le preguntaban si "le perdonaría [a su agresor] si fuera detenido y le viera cara a cara". Suele ser ésta una de las preguntas invariables en las entrevistas a las víctimas del terrorismo, y creo que es una pregunta cruel. Lo es porque parece cuestionar una respuesta que suele ser obvia y porque expone a la víctima a un juicio de valor ajeno sobre su absoluta fragilidad e inocencia. La respuesta suele ser obviamente negativa, y creo además que debe serlo. He aquí la respuesta de José Ramón Recalde, sobre la que volveré: "¿Por qué le iba a perdonar? Además, ahora mismo ETA está diciendo que no se arrepiente de nada y que sigue abierta a continuar atentando en el futuro. Los terroristas no me han pedido perdón; ¿por qué lo iba a perdonar?".


El perdón, al menos en una cultura de raíz cristiana como la nuestra, suele ser considerado un acto virtuoso. Pero la respuesta de José Ramón Recalde me parece ejemplar: "Los terroristas no me han pedido perdón". Recurre al plural, los terroristas, es decir, ETA, con todo su conglomerado, y no ése o ésa que disparó contra él. Y yo añadiría a los que no tuvieron arrestos para condenar su atentado. ¿A quién perdonaría José Ramón Recalde si hiciera pública declaración de perdón hacia quien disparó contra él y que no es sino una pieza del engranaje de una organización que sigue dispuesta a matar? ¿Qué significaría el perdón de sus víctimas para una organización criminal? ¿Debe perdonar José Ramón Recalde?

El perdón es un don personal que sólo germina en la conciencia de quien lo otorga y requiere un reconocimiento del agresor y se alcanza únicamente mediante la demanda previa de perdón por parte del mismo. Esa solicitud a "su" víctima debe llevar implícita además una demanda de perdón a todas las demás y una condena de la organización criminal que le ha dado cobijo.