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jueves, 2 de septiembre de 2010

Otra vez Palestina & Israel. La diferencia se llama Obama.

Hoy se anuncian en todos los medios de comunicación el comienzo de las jornadas que volverán a sentar a palestinos e israelíes con el objetivo de alcanzar algún acuerdo que permita soñar con la posibilidad de que el túnel oscuro en el que todos ellos están inmersos tenga una luz, símbolo de una salida o acuerdo, al final del mismo.

No soy optimista en este tipo de historias, como tampoco lo soy con las soluciones negociadas en ámbitos mucho más cercanos. Pero sí creo que esta vez algo puede ayudar a que toda la parafernalia organizada no sea necesariamente igual a las que hemos sufrido hasta ahora. La diferencia se llama Obama.

¿Se imaginan a un presidente norteamericano dispuesto a correr aunque solo sea un poquito más de riesgo que cualquiera de sus antecesores? No parece imposible.

¿Se imaginan que en el periodo preestablecido para llegar a acuerdos no se produzca ninguno lo suficientemente sustancial como para que merezca seguir una negociación que hasta ahora siempre termina frustrada y frustrarte? Parece bastante probable.

¿Se imaginan un Abbas rasgándose las vestiduras y dimitiendo de su cargo, poniéndolo en manos de la ONU y solicitándole a ésta que proclame el Estado Palestino según los acuerdos del 67?

Resultaría cuando menos, provocador pero planteable, hoy en día posible.

Y lo único novedoso de toda esta historia sería la posibilidad de que, esta vez, EEUU se sumase al resto de estados del planeta, renunciase a su posible veto a la resolución en la cámara de Nueva York y la propuesta salga adelante. Si esto hace años era impensable, ahora solo puede ser improbable, pero no descartable y, según como se produzcan los acontecimientos, podría convertirse en deseable por la mayoría de la población americana. Aquí está la gran diferencia.