De momento, es sólo una posibilidad ilusionante pero inconcreta. El vídeo con el que la banda terrorista abrió otra vez este melón es insuficiente incluso para su propio brazo político. Dentro del mundo abertzale, muchos interpretan el paso de ETA como un golpe a la estrategia de Batasuna, cuyos principales dirigentes antesdeayer se reunieron en secreto con los de EA en el restaurante del hotel Abando de Bilbao para ver cómo recuperaban la iniciativa. ETA se les ha adelantado. Ha impuesto su propia versión rebajada de una tregua que ni les moja ni les traspasa, que no les compromete a casi nada, que está muy por debajo de lo que los batasunos pedían a los de las pistolas.
Pero aunque la compleja esfera que envuelve a ETA nunca se mueva en línea recta, lo cierto es que algo late ahí dentro, y parece que lo hace en una única dirección: la de cambiar las armas por la política. A diferencia de todos los intentos anteriores, esta vez es un proceso autónomo, dónde el Gobierno y los demás partidos hacen de meros espectadores mientras ETA y Batasuna desempatan los tiempos. Tras la decepción de la T-4, el mundo abertzale ha digerido ya que no les queda otra opción. A los de las pistolas, tras medio siglo de asesinatos, les resulta más difícil de tragar que tanta sangre no ha servido para nada y están buscando un discurso que al menos explique su estúpida historia; algo de eso estaba ya en el último comunicado.
A la espera de nuevos pasos de ETA –el próximo llegará probablemente el 27 de septiembre, en el gudari eguna–, el Gobierno sólo puede hacer una cosa: mantenerse firme donde está. Tampoco tiene hoy margen para mucho más. Pero si ETA deja definitivamente las armas y está en la mano del Gobierno acelerar ese final, Zapatero debería asumir esa responsabilidad.