En la portada de "El Mundo" de la semana pasada (edición electrónica) se podía ver el recuadro adjunto. Ese mismo día algunos se rasgaban las vestiduras porque el Lehendakari, según ellos, y desmentido y aclarado después por Patxi Lopez, mezclaba en unas declaraciones la lengua vasca con la violencia. En realidad hizo la inevitable alusión al que juzga ya cercano final de la violencia y afirmó, a este propósito, que el tan deseado final «abrirá nuevos caminos y pondrá las cosas más fáciles al trabajo en favor del euskera». Y remató su afirmación con la proposición que ha devenido en objeto de la actual trifulca: «El euskera -dijo- quedará definitivamente ligado a la libertad».
Es evidente la necesidad de separar la lengua de la política, sobre todo si lo que quieres es defender el idioma. Solo si tu interés especial es enmierdarlo todo te afanarás en mezclarlo y hacer que la gente que lo mira con cierta distancia tenga argumentos para mantenerse alejada y no hacer ni el mas mínimo gesto de acercamiento.
Escenas como las que se suelen vivir en las korrikas bianuales organizadas por algunas escuelas privadas donde mayoritariamente se respira el ambiente de la izquierda abertzale ilegalizada suelen ser un buen ejemplo del interés por mantenerlo todo bien mezclado en batiburrillo. Así por ejemplo suele ser frecuente ver la pancarta de la korrika seguida de cerca por las fotos de presos de ETA que si están en la cárcel no es precisamente por ser vascos, jóvenes y euskaldunes.
En definitiva, un buen ejemplo de lo que creo que no hay que hacer, pero que algunos se empeñan en reproducir permanentemente, por lo que todos aquellos que entienden que no debe de ser así, y que protestan ante el Lehendakari, me gustaría oírles hacerlo, con la misma pasión y volumen, cuando los korrikalaris comiencen próximamente su marcha por el país.