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miércoles, 12 de enero de 2011

¿Podríamos concluir que la autodenominada "Izquierda Abertzale" ilegalizada es ETA?

Foto: Ketari.en Nirudia
mirando a las musaranas
Carlos Gorostiza publicó ayer un post que me ha parecido especialmente clarificador. Comenta que la Izquierda Abertzale ilegalizada ha funcionado siempre al dictado de ETA. Algo evidente para todos pero que solo ha tenido consecuencias legales cuando lo ha podido demostrar fehacientemente la policía y lo han sancionado los jueces, incluidos los de Estrasburgo. Tales consecuencias han sido su exclusión de la vida democrática y de las elecciones. Pero sobre eso se ha hablado tanto que no tengo nada nuevo que añadir.

La realidad es que la izquierda abertzales es ETA en un sentido mucho más profundo. Tanto que jamás se podrá desapegar del grupo terrorista. ETA es la fuente de la mitología que mantiene unido a un movimiento plural, de fronteras políticas inconcretas, que nadie sabe si es de extrema izquierda o de extrema derecha.

Hay que recordar que esa izquierda abertzale se forma a partir de un variadísimo universo de pequeños grupos independentistas, maoístas, trotskistas, ex carlistas, comunistas de todas sus variantes, internacionalistas, antinucleares, alternativos, antisistema y hasta tradicionalistas del antiguo régimen (no el franquista sino el llamado así por los historiadores), como era Telesforo Monzón.


En aquella ensalada se siglas, residuo de la apertura política que vino con la transición, todos se arrogaban ruidosamente la creación de la sociedad perfecta y feliz, eso sí cada cual según su manual de uso y su propio y exclusivo camino. Y así fue durante años hasta que llegó ETA y mandó a parar.

ETA y nadie más fue quien puso “orden” en aquel barullo y quien suministró la mitología fundacional de lucha revolucionaria-popular-anticolonial-heróica-antifascista-anticapitalista y tralará-tralará que es lo que ha mantenido votando lo mismo a okupas, a directores de sucursal bancaria, a pequeños y no tan pequeños empresarios, a sindicalistas, a tradicionalistas, a cheguevaristas, a ecologistas urbanos con vehículo 4x4, a “turistas revolucionarios” y un variadísimo abanico de gentes que nada tienen en común salvo la admiración romántica y acrítica por el rebelde, aunque su rebeldía se manifieste asesinando a quien sea más fácil. Una admiración que se hace carne y sentimiento en cuanto se les nombra a los presos, inmolados, junto con sus familiares, en esa locura a la que en su día se subieron alegres y combativos.

Es por eso que la superficialidad política es, para la izquierda abertzale, absolutamente imprescindible. La necesita para mantener cohesionado a todo ese sector sociopolítico que solo existe como tal en la medida en que es tributario de la tutela emocional y política de ETA y que solo tiene significado electoral si renuncia a cualquier tentación de rascar siquiera en las inmensas diferencias que separan a todas las gentes que la componen. Los dirigentes abertzales saben perfectamente que esto es así, que el sector social al que representan se disolverá, cada cual por su lado, en cuanto falle la única argamasa que los mantiene juntos: ETA.

Pero es absurdo, e inútil, pretender que el perro más inteligente del mundo mantenga unido al rebaño él solo. Necesita del pastor y ETA ha dejado bien claro que, por más que se aleje ahora, piensa seguir siendo ella quien silbe.