Si para apaciguar a ETA se legalizara Batasuna, la existencia de la banda se convertiría en el bien político más preciado para el conjunto de la izquierda abertzale.
Nadie en Batasuna tendría interés en que desapareciera la banda porque su existencia sería fuente de contrapartidas.
Esa lógica es la contraria de la que está aplicando el Gobierno basada en la política de exigencia y firmeza y que ha ofrecido resultados positivos.