En estos tiempos donde parece que el mercado, ese ser intangible y maligno, quiere convencernos, por las buenas o por las malas, que es la economía la que manda en nuestra vida cotidiana, son muchas las personas que se resisten a rendirse, y aportan su granito de arena contra las gigantescas olas "markel"ianas, a ese castillo refugio de humanidad y solidaridad.
Esto viene al caso porque la mayoria de nosotros, cuando visitamos centros de asistencia, clínicas u hospitales, lo hacemos porque tenemos un familiar cercano o un amigo por quien interesarnos y a quien animar en su enfermedad y estando allí nos damos cuenta del "ambientazo", dicho claramente entre comillas, que suele darse en estos centros, donde el dolor y la desesperanza campean a sus anchas.
Yo personalmente, las ultimas veces que he ido a un hospital, he salido mal, no tanto por la persona que he ido a visitar, sino por el compañero de cuarto, habitación, o pasillo, que se encontraba infinitamente peor. Y esta semana, a uno de estos últimos, visitaba un viejo amigo con el único objetivo de hacerle pasar al enfermo con el que no le unía ningún lazo familiar un rato agradable y olvidar durante unos minutos su dolor y su tristeza.
Vaya para ellos mi reconocimiento y admiración.