en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

martes, 17 de abril de 2012

Elefantiasis


Se ha hablado mucho estos días de la cacería real, del real tropezón y de la real prótesis injertada en la real cadera. ¿Qué se puede añadir a esta última y lamentable gesta de nuestra monarquía, conocida por el pueblo llano el mismísimo día que se conmemoraba la República y el centenario del hundimiento del Titanic? Poco, puesto que todo está dicho en los magníficos tweets, posts, columnas y hasta editoriales publicados en las últimas horas, resúmenes perfectos de una actividad, matar paquidermos de estrangis, tan rancia y desfasada como sanguinaria y cobarde.
Solo nos queda reconocer que la monarquía española está enferma, gravemente enferma: padece elefantiasis. Concretamente elefantiasis testicular. Inflamación de los órganos genitales externos. Juan Carlos y compañía tienen los huevos como sandías deVelada (población  toledana famosa por sus cucurbitáceas). Unos pedazo de cojonazos, que dirían en mi pueblo. Porque hay que tenerlos bien gordos para ser el rey y, con la que está cayendo, pillar a un grupo de amigotes y marcharte a África en un avión privado a tomar whiskies y pegar tiros. El nieto en el hospital con el pinrel como un queso emmental, el yerno Urdangarín camino de chirona, España a punto de ser intervenida, los republicanos celebrando el 14 de abril y tú, en el Delta del Okawango, tocándote la trompa a dos manos. Cojonazos.
Borbón, en el trono
La elefantiasis testicular monárquica es una enfermedad grave, muy común entre una realeza con las defensas debilitadas por la degeneración genética y la sangre azul. Te crees inmune, intocable (solo te han recortado un 2% los presupuestos mientras que la ciencia sufre un 25%), te relajas, te vienes arriba…y pillas la elefantiasis. Una putada, porque cuando la elefantiasis testicular monárquica se hace visible ya es demasiado tarde: está tan extendida que no sirve de nada la amputación de la zona afectada, en este caso los cataplines. La abdicación es el único remedio. Bueno, hay otro, pero resulta mucho más traumático, puesto que requiere el paso del enfermo por un quirófano con la guillotina bien afilada. Y deja las paredes llenas de sangre. Los especialistas moderados recomiendan, sin dudar, la abdicación.