El Putin ruso no es comunista ni por asomo, y la América grande de Trump no es tampoco aquel país de las libertades del que tanto presumían.
Va camino de convertirse en una autocracia que impone la voluntad del presidente sobre todo, incluso sobre la justicia.
Ambos, Putin y Trump, son grandes colegas desde hace años, como hemos repetido algunos reiteradamente.
Y sus intereses no se dirigen prioritariamente al bienestar de sus ciudadanos.

martes, 15 de mayo de 2012

15-M, Democracia, Dignidad e Indignación



Un año después, el espíritu del 15-M sigue afortunadamente vivo. Parece evidente que  viendo que la situación económica no ha mejorado, sino que va a peor, y que el marco político democrático se sigue deteriorando, parece evidente, digo, que tuviera que ser así.
Dignidad contra el miedo
Pero paralelamente a la comprobación de su viveza y actualidad durante estos días, comprobamos también que tenemos miedo. Miedo a que nos echen del trabajo, miedo a que nos reduzcan el sueldo o nos cambien la jornada laboral sin consulta previa ni contraprestación alguna. Y con el miedo se pierde la dignidad. Por eso, ante este miedo no nos queda otra opción que indignarnos. Indignarnos para recuperar la dignidad que nos están quitando, paso a paso, decreto a decreto. Nunca en tan poco tiempo se habían tomado en este país tantas decisiones políticas, económicas y sociales en la misma dirección, tendentes a recortar, cuando no cortar de cuajo, derechos y ventajas sociales que considerábamos bien asentadas y consolidadas.
Dignidad, indignación y democracia. No podemos aceptar relajados y acobardados que la democracia sea solo votar cada cuatro años. La democracia y la dignidad de la gente siempre han caminado paralelas. Y si esta se pierde, aquella desaparece. La democracia se mantiene si las personas vivimos con dignidad, trabajamos con dignidad y podemos manifestarnos con dignidad. Por todo ello, cuando la dignidad y la democracia están en peligro, la indignación es imprescindible.
Hoy, en el aniversario del 15-M, saludo a la indignación, porque solo así salvaremos nuestra dignidad y nuestra democracia. Una indignación que debe asentarse ferreamente en la no violencia y en el rechazo fulminante de cualquier "infiltrado" que trate de tergiversar y prostituir ese sentimiento cada vez mas arraigado y mas necesario.