En el original, Eugene O’Neill dejó consignado que su drama estaba “escrito con sangre y lágrimas”. Lo que dicho en otras palabras puede traducirse en que fue redactado con el punzante dolor vivido en su tormentosa familia y con una piedad final que le liberaba del odio y le permitía despedirse de unos fantasmas que no dejaron de atormentarle a lo largo de su existencia.
Es solo la vida afectiva familiar, con sus entresijos prácticamente ocultos para una mirada ajena, la que causa un suplicio emocional insoportable que les empuja a la autodestrucción. Un padre fascinado por Shakespeare, actor brillante que fracasa en la escena por su codicia y su instinto avaro. Una madre enamorada de las fantasías románticas que despierta en ella ese actor juvenil, pero incapaz de sobrellevar la prosaica y asfixiante existencia de un ama de casa. Un hijo angustiado por emular la brillantez del padre en el teatro, pero sin el talento y quizá también sin la vocación para realizar esa tarea. Un hijo menor rechazado, no deseado, que está bajo la amenaza de una enfermedad mortal, encuentra en la lectura de la poesía más pesimista la única evasión de esa pesadilla, constituyen el cóctel venenoso en el que se fragua el infortunio de todos.
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El sobrecogedor drama del dramaturgo norteamericano,
que obtuvo cuatro Premios Pulitzer
y el Nobel de Literatura,
nos llega en una impecable puesta en escena,
protagonizada por dos maestros de la interpretación,
Gas y Vicky Peña.
Versión: Borja Ortiz de Gondra
Director de escena: Juan José Afonso
Intérpretes: Mario Gas, Vicky Peña, Juan Díaz,
Alberto Iglesias y Mamen Camacho
Lugar de representación: Teatro Arriaga (Bilbao)
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