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Principalmente, porque sus dirigentes fundacionales así nos lo dijeron a todos los que les escuchamos.
Porque era su principal diferencia con respecto a los otros: historial inmaculado, manos limpias y promesa de mantenerlas así.
Nos prometieron transparencia absoluta, que las decisiones se tomarían cerca de donde se viviesen los problemas, que sus maneras de actuar les iba a diferenciar claramente de los demás, de la "casta".
Se marcó un objetivo tal bonito, tal alto y tan deseable que pronto llamó la atención de los que se habían alejado de la política, de los que se mantenían en ella absolutamente desesperanzados, y también, de los que creían que su chiringuito no les podría arrebatar nadie.
Estos últimos, viendo su futuro en peligro, no dudaron en invertir lo que fuese necesario para demostrar que la nueva marca no lavaba tan blanco como prometían y, hay que reconocer que, aunque sea en una pequeña parte, han conseguido parcialmente su objetivo.
Las formas de Monedero, esos gritos, esos eslóganes y esas caras delante del micrófono, los "errores de forma" de Errejón, y esta semana, ver que Podemos España discutía la conveniencia o no de que Podemos Euskadi pudiese presentarse a las forales, aunque sea para manifestar su deseo de transformarlas radicalmente, tema que comparto, y aunque parece que haya terminado este último capítulo con final feliz, nos presentan una formación humana con todas sus contradicciones y menos virginal de lo que inicialmente prometían. Algo que, por otro lado, la vuelve más real y más cercana.