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Ahora que se conmemora el aniversario de nuestra Constitución conviene recordar que los límites a la continuidad del franquismo empezaron a trazarse en 1962, gracias a una clase trabajadora que empezó a estar organizada. La Transición y la Constitución del 78, tras la muerte en la cama del dictador, no fueron solo un acuerdo entre las élites de la dictadura y la oposición democrática clandestina, sino también el resultado del empuje de lo mejor de nuestro país. A pesar de sus límites, la Transición selló un acuerdo que permitió grandes avances y una promesa de expectativas de dignidad para las nuevas clases medias y los sectores populares. Pero esta etapa esta superada y necesitamos consensuar una nueva re-lectura de la carta magna.
No podemos permitir que la Constitución sea el patrimonio de los que la han convertido en papel mojado. Hoy vamos a reivindicar el espíritu constitucional que subordina la riqueza al interés general, empujando un nuevo acuerdo que plasme nuevas garantías constitucionales para la próxima década.
El momento "re-constituyente" que estamos viviendo tiene un corazón antiguo. Gracias 1978; hola 2016.