TIMOTHY GARTON ASH / JAVIER JAÉN internacional.elpais.com/internacional |
Aquí está el nuevo reto: nos enfrentamos a la globalización de la antiglobalización, el frente popular de los populistas, la internacional de los nacionalistas. “Hoy, Estados Unidos; mañana, Francia”, tuitea Jean-Marie Le Pen. Nos espera una lucha larga y difícil, en casa y en el extranjero, y quizá tengamos que pasar el título de “líder del mundo libre” de Estados Unidos a Alemania. Pero los derrotaremos.
La Rusia de Vladímir Putin se parece mucho al fascismo. La Turquía de Recep Tayyip Erdogan está pasando rápidamente de la democracia autoritaria al fascismo, y la Hungría de Viktor Orbán ya es una democracia autoritaria. En Polonia, Francia, Holanda, Reino Unido y ahora EE UU debemos impedir que se traspase el límite que separa la democracia liberal de la autoritaria.
Lo que vemos en todos estos populismos nacionalistas es una ideología que asegura que la voluntad expresada directamente por “el pueblo” vale más que todas las demás fuentes de autoridad. Y el líder populista se identifica a sí mismo (o a sí misma, en el caso de Marine Le Pen) como la única voz de ese pueblo. Cuando Trump dice: “Yo soy vuestra voz”, está usando una típica frase populista.
Cuando se examina con detalle, resulta que “el pueblo”, no es, en realidad, más que una parte del pueblo.
¿Nos enseña algo la historia sobre estos fenómenos, sobre las olas que surgen más o menos al mismo tiempo en distintos lugares, en distintas variantes nacionales y regionales, pero con características comunes?