Los totalitarismos aparecieron bajo la forma de ideologías “anti” (antiliberal, antintelectual, antiparlamentarismo) y negaron al individuo para afirmar la superioridad esencial de la nación: America first, espetó el magnate con una mística de la patria enunciada religiosamente. La utopía fascista busca armonía sin conflicto social apelando a una unidad nacional de orden superior.
El totalitarismo se produce por la pérdida paulatina de realidad que subyace a la distinción entre hechos y ficción. El impulso autoritario arrincona cualquier punto de anclaje con el mundo común, para sustituirlo por sus fantasías e imaginaciones. Por eso Trump convierte a los periodistas en “los humanos más deshonestos de la Tierra” por no afirmar que su inauguración fue más multitudinaria que la de Obama. Al insistir en negar la realidad, Trump transforma al periodismo en el nuevo “chivo expiatorio” buscando así neutralizar la crítica, y desarmar el único poder que se le resiste. Los otros, los institucionales y los económicos, parecen plegarse mansamente a sus caprichos.