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jueves, 14 de junio de 2018

La cara oculta de un Mundial que empieza hoy

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Los futbolistas profesionales -que aprovechan sus vacaciones para lavarse la imagen con campañas humanitarias en países del Tercer Mundo- se han desentendido de la lucha contra los abusos que se cometen para que ellos puedan disputar un Mundial.

El Mundial de Fútbol se está celebrando en un país en el que se ha advertido a los aficionados que no se den la mano en público con sus parejas si son del mismo sexo: en el mejor de los casos pueden ser denunciados por la policía; en el peor, pueden terminar apaleados en un hospital. 

Durante los meses previos al arranque del Mundial, organismos de derechos humanos también han denunciado las condiciones de explotación laboral que han vivido los trabajadores que han levantado los estadios de fútbol. Aunque en este apartado el que se lleva la palma es Qatar, la sede de la Copa del Mundo en 2022. Las estrellas de fútbol van a jugar en estadios bañados de sangre de los cientos de trabajadores extranjeros -de India, Nepal, Bangladesh y otros países- que están perdiendo la vida construyéndolos. Las condiciones en muchos casos son casi esclavistas: jornadas interminables a 50 grados, salarios ridículos, amenazas, alojamientos miserables y el secuestro de los pasaportes para que los trabajadores no puedan abandonar el país.

Los futbolistas profesionales -que aprovechan sus vacaciones para lavarse la imagen con campañas humanitarias en países del Tercer Mundo- se han desentendido de la lucha contra los abusos que se cometen para que ellos puedan disputar un Mundial: derechos pisoteados, esclavitud laboral y corrupción a espuertas. La pasión acrítica de millones de aficionados al fútbol los mantiene a salvo de asumir responsabilidades públicas. Y los que mandan seguirán mirando hacia otro lado a no ser que las grandes marcas patrocinadoras den la espantada en masa. 

Para el Mundial de Rusia ya es demasiado tarde, pero queda tiempo para el de Qatar. Tiempo para boicotearlo. Tiempo para limpiar el fútbol.