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Con el escepticismo de quienes durante más de 40 años han contemplado cómo se glorificaba a un asesino y se depositaban a diario flores frescas sobre su lápida, los diablos socialistas se proponen ahora hacer lo que la dignidad y la justicia aconsejaban haber hecho hace ya demasiado tiempo: anular los juicios sumarísimos por los que, sin garantías de defensa, fueron condenados decenas de miles de compatriotas; colocar bajo la tutela del Estado todas las exhumaciones; prohibir la apología de un régimen criminal como el franquismo; y sacar la momia de Franco de su mastaba y devolverla a su familia, un imperativo moral que no precisa de forenses.
Importa muy poco que la iniciativa sea, como ya denuncia el PP, un golpe de efecto de un Gobierno en minoría porque ya va siendo hora de que se honre y rehabilite la memoria de los asesinados del bando republicano durante la Guerra Civil y la represión política posterior.
No se pueden reabrir las heridas que siguen supurando. Aunque sólo fuera por cerrar este ignominioso capítulo de nuestra historia habría merecido la pena este Gobierno imposible.