www.elmundo.es/opinion/2018/06/27 |
Que Trump y Harley Davidson se hayan metido en una bronca es como si Pedro Sánchez la hubiera liado con Morante de la Puebla.
Porque el amor por las Harley (las hog, o sea las cerdas, como las llaman sus usuarios) son a EEUU como los toros a España: algo telúrico, que se presta a una épica que para unos es heroica y para otros macarra, y que genera ceremonias que unen y enfrentan por igual a señoritos y trabajadores, y a artistas rojísimos y a obreros fachas.
Y que, encima, para la mayor parte de las generaciones más jóvenes, es algo, simplemente, viejuno. Las hog van del Easy Rider de Dennis Hopper y su LSD al mecánico de la esquina que es adicto a los opiáceos, pasando por el pastor evangélico que, como Donald Trump, dice que no ha probado alcohol en su vida.