Seamos optimistas. Una primera lectura europea del resultado en EE UU puede dar la impresión de que la victoria trumpista dará alas a la ultraderecha. Pero también puede ser la más eficaz vacuna frente a ella.

sábado, 26 de octubre de 2024

El maltrato machista no tiene acera.
Pero duele más cuando ocurre
en la que se alzan las banderas contra él.

¿Qué nos está diciendo Errejón con esa infame justificación que atribuye a las exigencias de estar “en primera línea” sus comportamientos “tóxicos”?

 Olof Palme caminaba y usaba el transporte público, Angela Merkel encargaba la misma chaqueta en varios colores para simplificar su vestuario, Manuela Carmena también iba en bus y se hacía la comida y ninguno de ellos necesitó imponerse violentamente a nadie como consecuencia de los “ritmos” del poder.


Más allá del Código Penal, la hipocresía es acaso el peor de los delitos en política y aquí la supuesta autoridad moral de la izquierda se estrella contra una realidad sórdida personificada en el José Luis Ábalos que hace abonar el piso de lujo a su pagada pareja o al Errejón que acosa y maltrata, todo ello supuestamente. Si teníamos esa actitud asociada en exclusiva a un Donald Trump carente de principios feministas (él ya ha sido condenado por los pagos para silenciar a una actriz porno), al diputado valenciano de Vox condenado por maltrato o al alcalde popular que acosó sexualmente a Nevenka hasta destruirla, nos equivocábamos. O no queríamos verlo. Porque: ¿quién no ha conocido al cantante progre abusador, al jefe más rojo que nadie que se impone a la becaria en unas copas, al magistrado o al político de izquierdas acusados de violencia de género? Y lo que no sabremos.

El maltrato machista no tiene acera. Pero duele más cuando ocurre en la que se alzan las banderas contra él.